Crítica Teatral

Catedral: ¿Cómo son las cosas?

Hay que subir unos cuantos escalones hasta llegar a La Sala de Arriba. Claro. Es uno de estos pequeños espacios gestionado por gente de buena voluntad que aprecia el teatro. Uno de estos oasis que te remiten a la esencia del espectáculo. A los pequeños formatos de grandes contenidos que sobreviven como islas en este mar de cemento llamado Buenos Aires.

Al entrar en la salita, mientras el público fluye hacia sus asientos, el trío de actores conversa de pie en un costado del escenario. Integrados entre el cuchicheo de la gente. Anticipándose a la naturalidad de la obra. “Apaguen los celulares y disfruten”, pide una amable anfitriona. Es la señal para que el público se calle y los actores se dispongan.

Comienza la obra de sopetón. No hay cuarta pared ni se apagan las luces de la sala. El director Martín Flores versiona un cuento de Raymond Carver y adapta la dramaturgia a este género. Mientras uno de los actores permanece retirado, expectante, los otros dos se acercan al proscenio y nos plantean la historia. Son Matilde Campilongo y Chendo Hormiguera, que interpretan a un matrimonio amante del reproche. “A veces nos perdemos”, dice él. Nos puede pasar a todos, digo yo. Y de eso se trata. Porque los personajes que protagonizan los cuentos de Carver son ese tipo de perdedores con los que cualquiera se puede identificar.

El marido receloso nos resume lo que viene: “Un ciego amigo de mi mujer va a pasar la noche con nosotros”. La mujer lo interpela en una discusión conyugal llena de matices, que sirve para presentarnos a los dos personajes. Él es un cuarentón desocupado, que “se duerme rápido y se levanta a media noche con el corazón encogido”. Con una autoestima incapaz de competir con la presencia del rival amenazante.

Ella es una esposa resignada, que se refugia en su literatura y en las cintas autobiográficas que graba para su amigo invidente. Los dos conforman un retrato bastante pesimista de lo que puede ser la vida marital. O de lo que puede ser la vida, sin más. El aburrimiento. La desazón. El desencanto de la cotidianidad más cotidiana.

Entonces aparece Rover, el ciego, personificado por el actor Rafael Cejas. Se incorpora a la historia vistiendo a su personaje delante del público. No interviene en la explicación del relato, su versión no importa. Simplemente forma parte del cuento, de la mínima utilería requerida, junto a dos sillas y un televisor. A partir de este momento, la esposa casi no interviene, porqué lo que interesa es lo que le ocurre al marido.

Los dos hombres se quedan solos ante el televisor. Son una suerte de Quijote y Sancho Panza, de Apolo y Dionisio. La sensibilidad y el ingenio de Rover se contraponen a la torpeza y la tosquedad del marido. Un porro y un par de whiskys sirven para relajar el ambiente y plantearse cuestiones existenciales. “¿Crees en Dios?”, pregunta uno. “Es difícil creer”. Contesta el otro. La crudeza lapidaria de Carver.

En la televisión echan un reportaje sobre el medievo. Rover le pide al marido que le explique cómo es una catedral. “Las catedrales son eso que sale por la tele”, le responde. Y voilà, la paradoja está servida. ¿Quién está más ciego? ¿Las cosas son como las que vemos? ¿Vemos las cosas?

Martín Flores ha tomado prestado un relato del llamado Realismo Sucio de Raymond Carver y nos lo presenta como una instantánea. Un soplo. La fotografía de un momento lindo. “La vida es rara”, dice el marido. Y en el momento más inesperado empieza un cuento.

Jordi Martínez

FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Autoría: Raymond Carver
Dramaturgia: Martín Flores Cárdenas
Actuan: Matilde Campilongo, Rafael Cejas, Chendo Hortiguera
Dirección: Martín Flores Cárdenas